miércoles, 19 de octubre de 2011

Artículo de José Antonio Gómez Marín sobre el juez Francisco Serrano (EL MUNDO 18-10-2011)




Habrían de leer ustedes el voto particular que un magistrado del TSJA ha añadido a la sentencia que inhabilita al juez Serrano por el hecho ya famoso de haber prolongado la estancia de un  menor con su padre separado para que aquél que pudiera asistir a una procesión en Sevilla. Van en encontrarse en ella con muchos razonamientos de cajón que los otros dos jueces del tribunal se han pasado por el forro, y hay que decir, de entrada, que ese Tribunal –cuya dignidad no cuestiono ni por asomo—consta de tres miembros designados digitalmente, en definitiva, por el poder. 





¿Y cuál de los tres ha sido en este caso el instructor del caso? Pues aquel que, al menos teóricamente, además de o no ser juez de carrera, fue elegido por el Parlamento, es decir, el teóricamente más próximo la postura partidista que, en el caso de Serrano, no cabe duda que cifra su enemiga en que el juez juzgado se ha convertido en un auténtico emblema de la muy razonable objeción a esa Ley de Violencia de Género cuyo tenor no quedará otro remedio que variar a causa de su patente carácter discriminatorio contra el varón. ¿Y quién fue el redactor del voto particular? Pues el único miembro del Tribunal que, juez de carrera, procede de otra Sala para suplir la ausencia legal del instructor.

Puede que ustedes me digan aquello de “verde y con asas”, pero como yo no quiero pleitos y menos con la Justicia, no añado ni una hipotética tilde a semejante y lógica deducción. Creo, con la mano en el pecho, que a Serrano se lo han llevado por delante por discrepar de lo “oficialmente correcto” y de ahí no me apeo, con la satisfacción añadida de comprobar que mi ínfimo criterio coincide con el de un numeroso colectivo de jueces con todas las de la ley. Es más, ¿cree alguien que si Serrano llega a pertenecer a una asociación de jueces de las que pesan en nuestro sistema y no a una testimonial, lo hubieran despachado con tanta alegría? Vamos, anden.

La Justica predecible es lo último o lo penúltimo en una sociedad que aspire a respetar el derecho. Y aquí es previsible ya desde las instancias lugareñas hasta las más encumbradas. ¿Hará falta recordar el ridículo pulso TS-TC a propósito del Estatut catalán? 

Como la esperanza es lo último que se pierde, aún confío en que a Serrano lo absuelvan en lugar de indultarlo, como vergonzantemente solicita el TSJA. Y en esa tesitura, también espero que la Fiscalía –a la que no le faltan talentos– deje de hacer el ganso imputando un día y retirando cargos al siguiente. Porque éste no es un caso cualquiera sino un escarmiento general al que nuestros ropones deberían resistirse como quien defiende la última empalizada.

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